Hace unos días escuché en la radio una entrevista que le hicieron al escritor Marcos Chicot en la que, entre otras cuestiones, habló sobre el camino recorrido por su novela El asesinato de Pitágoras desde su gestación hasta convertirse en un auténtico fenómeno editorial.
Marcos Chicot, psicólogo y economista, llevaba escribiendo ficción algún tiempo, había recibido diversos premios pero aún era poco conocido por los lectores. En el año 2009 nació su hija Lucía con síndrome de Down y su primer pensamiento tras la noticia fue que tenía que asegurar el futuro de la niña escribiendo un libro que lo permitiese.
Así que durante tres años, mientras se ocupaba de Lucía como padre y como especialista, investigó y escribió El asesinato de Pitágoras y al no contar con una editorial que se lo publicara, lo hizo él mismo a través de Internet, convirtiéndose en poco tiempo en el número 1 de las descargas. En el año 2013 la editorial Duomo publicó la novela en papel y el éxito obtenido también en este medio ha superado las expectativas del autor y asegurado a la vez el futuro de Lucía.
El asesinato de Pitágoras mezcla la ficción con la realidad en una trama policiaca que tiene como escenario la Magna Grecia, sobre todo las ciudades de Síbaris y Cretona. En esta última Pitágoras había fundado una escuela en la que enseñaba matemáticas, geometría y otra serie de conocimientos destinados a comprender el cosmos, palabra que inventó, junto con filosofía que literalmente significa “amor a la sabiduría”. Pues bien, en el círculo más próximo a Pitágoras empiezan a producirse una serie de misteriosos asesinatos para cuya investigación el maestro requiere a Akenón, un experto nacido en Egipto.
Con gran habilidad, Marcos Chicot enlaza las teorías pitagóricas, representadas algunas de ellas gráficamente, con lo que el investigador va averiguando, la relación amorosa que se establece entre éste y Ariadna, hija de Pitágoras, y ciertos hechos históricos como el enfrentamiento entre Síbaris y Cretona y la desaparición de la primera, de la que dice Indro Montanelli en su Historia de los griegos que alcanzó tal celebridad por sus lujos que de su nombre se ha inventado un adjetivo, sibarita, sinónimo de “refinado”.
La habilidad a la que me refiero convierte al Asesinato de Pitágoras en un libro que leen con interés incluso aquellos a los que como a mí no atraen demasiado las matemáticas. La intriga se mantiene a lo largo de todo el relato. El ritmo de la narración es ágil y la aproximación que el escritor realiza a la obra de Pitágoras y a su vida personal, ésta bastante idealizada si consideramos lo que cuenta al respecto Indro Montanelli, convierte al maestro de Cretona en alguien cercano, nos recuerda la importancia que sus descubrimientos tienen en la actualidad y nos hace pasar unas horas de agradable lectura.
Las horas de agradable lectura suponen sólo la sexta utilidad que tiene la novela El Asesinato de Pitágoras. La primera sería haber asegurado el futuro de Lucía, hija del autor. La segunda, el placer que escribirla y lograr su propósito significó para él. La tercera, que una parte de la recaudación se dedica a mejorar la vida de las personas con el síndrome citado. La cuarta, lo satisfechos que están los cretenenses por la renovada categoría que adquirió su ciudad tras la publicación del libro. Una satisfacción que comparten con Marcos Chicot, acogido entre ellos como un cretenense especial muy querido, utilidad quinta aunque sólo beneficie al escritor.