Aunque aún quedan bastantes libros de mi apetecible lote veraniego, por el momento voy a dejar de referirme a ellos. Es preciso ocuparse también de la gran cantidad que acaba de salir al mercado.
Mientras los busco, y para llenar el hueco de esta semana, traigo a Opticks otras dos obras del citado lote. Se trata de En la casa del padre, escrita por José Manuel Caballero Bonald y Premio Internacional Plaza & Janés 1988; y de Wilt, publicada en 1976 por Tom Sharpe.
De Caballero Bonald he leído poesía, es un extraordinario y reconocido poeta. De sus libros en prosa, empecé a leer hace algún tiempo Ágata ojo de gato y lo dejé porque me obligaba demasiado a consultar el diccionario. En la novela de la que hablo hoy, el vocabulario utilizado por el escritor jerezano también incluye palabras cuyo significado desconozco, pero sin llegar al derroche que contenía la que abandoné a poco de empezar.
De todas formas pienso que la obra En la casa del padre no ha envejecido bien. Dejando a un lado el estilo propio de este escritor, caracterizado por un estudiado barroquismo y un perfecto conocimiento de la lengua, que le lleva a construir unos párrafos dignos de estudio en clase de sintaxis y otros con alto contenido poético, el tema en sí: El proceso formativo de una familia que asciende desde un oscuro origen a la cúspide del poder social y económico, a través de su implicación en la industria vinícola, que incluye conexiones inglesas (recordemos que Caballero Bonald es de Jerez); proceso que conocemos gracias a un narrador y al nieto del fundador de la saga Romero-Bárcena que van alternándose en el relato, atrapa al lector pocas veces.
La historia de los Romero-Bárcena, que abarca una larga época, desde la 1ª Guerra Mundial hasta finales del franquismo, con la fundación, auge y declive del negocio del vino en Jerez, se centra en detalles familiares, en anécdotas, que no acaban de interesar y que hasta llegan a aburrir por la complicada forma de contarlas y la dificultad de encontrar un hilo conductor que relacione unas con otras. Quizá esas mismas historias hubiesen resultado interesantes como relatos independientes.
En resumen, prefiero al Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, como poeta que como prosista A pesar de ello reconozco que su forma de escribir prosa demuestra que posee un extraordinario conocimiento de la lengua española y de todas sus reglas gramaticales y sintácticas.
De Tom Sharpe, que nació en Londres en 1928, dos años antes que Caballero Bonald, había leído ¡Ánimo Wilt!, una obra posterior a la que comento hoy, protagonizada por el mismo personaje.
Wilt es la primera novela de un conjunto de cinco que tienen a Henry Wilt y sus muchas y variadas tribulaciones como eje central. Recuerdo que ¡Ánimo Wilt! me gustó y divirtió bastante, pero sin llegar al entusiasmo que he sentido al leer ésta. El tratamiento que da el autor a las cuestiones que le preocupaban en 1976 podría aplicarse perfectamente a esas mismas cuestiones en el año actual. Además hacerlo a carcajada limpia. Falta tenemos de reírnos juntos.
Hay quien dice que el humor de Tom Sharpe es corrosivo, a mí me parece que es un humor inteligente y certero: pone de manifiesto los defectos de las personas y entidades que aparecen en sus libros, pero como lo hace exagerando mucho y eso se nota, lo corrosivo se diluye y queda sólo la crítica y, vuelvo a insistir, la carcajada.
Reproduzco tal cual lo que dice el editor de Wilt en la presentación de la novela: Una enorme falsa en la que Tom Sharpe no deja títere con cabeza. Una carcajada estruendosa arrasa a los Machistas, las Feministas, los Progresistas, los Reaccionarios, los Pobres, los Ricos, la Policía, el Mundo de la Escuela, la Misión del Enseñante, los Jóvenes, los Adultos, los Curas… y, de paso, Tom Sharpe desacraliza el Sexo, el Psicoanálisis, la Justicia, el Arte, la Ciencia, etc.
Lo dicho, Wilt es un libro muy, pero que muy aconsejable. Se lo recomiendo a todo el mundo