Cuenta Jesús Sánchez Adalid, al final de su libro Y de repente, Teresa, que dicha obra responde al encargo que le hizo en 2012 el padre Emilio Martínez, vicario general de la Orden Carmelita Descalza, con motivo de la conmemoración en este 2015 del V Centenario del Nacimiento de santa Teresa.
Teniendo en cuenta el encargo y conocida la trayectoria del escritor extremeño en el campo de la novela histórica, entendemos por qué Y de repente, Teresa no es una biografía; y aunque el tema central, elegido según él por su menor conocimiento, sean los problemas que Teresa de Ávila tuvo con el Tribunal de la Inquisición, de hecho los principales protagonistas pertenecen al Santo Oficio, no incide demasiado en los métodos y costumbres del Tribunal citado. Dicho en forma simplista, da mayor importancia a los inquisidores buenos que a los malos. Característica ésta muy significativa de las novelas de Sánchez Adalid, en las que siempre el bien supera al mal.
La Inquisición vigilaba a Teresa por diversas razones, Jesús Sánchez Adalid en Y de repente, Teresa pone de manifiesto cuatro: La primera tiene que ver con la época en la que se desarrolla el relato, siglo XVI, Carlos I retirado en Yuste, pero obsesionado aún por las conclusiones del Concilio de Trento y el avance del luteranismo en Europa, y su hijo Felipe II, rey ya, dispuesto a seguir adelante con los principios de la Contrarreforma. En ese ambiente de lucha contra la herejía y exaltación del catolicismo, proliferan los llamados “alumbrados”, personas que dicen tener experiencias místicas que se comprueban falsas en la mayoría de los casos. De ahí surge la segunda razón, Teresa de Jesús en el titulado Libro de la vida refiere experiencias sobrenaturales experimentadas por ella, misticismo que los censores hallan también en sus poemas y que juzgan exagerado e incomprensible.
La tercera razón la encontramos en los antepasados de Teresa, ya que su abuelo paterno, judío converso, fue condenado a llevar el sambenito siete viernes porque no se creía que su conversión fuese verdadera. Finalmente, las falsas acusaciones de ciertas damas de aquel tiempo que pretendían controlar a la fundadora del Carmelo renovado, constituirían la cuarta razón.
Todo esto lo vamos sabiendo, conforme avanza la narración, por las conversaciones de los personajes y lo expuesto por el autor mismo, que es quien cuenta la historia, después de haberse documentado ampliamente sobre todo lo que nos explica.
Siguiendo las técnicas de la novela histórica, Jesús Sánchez Adalid hace coincidir personajes y acontecimientos reales con otros inventados. Así Fray Tomás, el joven dominico y personaje principal, convertido en inquisidor por santa obediencia, y Don Luis María Monroy de Villalobos, caballero de Alcántara que aparece en varias de sus novelas, son inventados y conviven con los príncipes de Éboli, el teólogo y escritor Domingo Báñez o una de las acusadoras de Teresa, María del Corro, por citar algunos de los muchos nombres que hay en el libro.
Creo que una de las razones del nombre de la obra, Y de repente, Teresa, sea que Teresa de Jesús aparece al final, cuando, estando en el convento que ha fundado en Sevilla, es denunciada ante la Inquisición de la ciudad por María del Corro. De todas formas, en esas pocas páginas, Jesús Sánchez Adalid consigue transmitirnos qué clase de mujer era Teresa: espiritual, alegre, sencilla, valiente, culta.
Y de repente, Teresa se completa con una breve biografía de la santa, la bibliografía relacionada con lo expuesto y la explicación que Jesús Sánchez Adalid da de la génesis de esta novela y el objetivo que tuvo al escribirla.
Objetivo que, tras su lectura, considero ampliamente cumplido.