La piscina

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Por Kiko Sanjuán Martínez

 

Con su gran tamaño, ilustraciones sorprendentes y textos muy breves y, a veces, inexistentes, los álbumes ilustrados se alzan poderosos en el mercado editorial. Una de las editoriales emblemáticas de este fenómeno es Barbara Fiore, que, en poco más de diez años, ha creado un excelente catálogo con autores como Shaun Tan, Wolf Erlbruch, Jimmy Liao y Suzy Lee o, como la autora que nos ocupa en esta ocasión, Ji Hyeon Lee. Esta editorial, como ellos mismos afirman, no editan libros infantiles al uso, sino libros ilustrados que pueden ser disfrutados por cualquier persona que tenga sensibilidad; evidentemente, los niños la tienen por naturaleza, pero algunos adultos, también.

El argumento de La piscina es sencillo. Los niños protagonistas de esta historia acuden un caluroso día de verano a una masificada piscina donde literalmente no cabe ni una mosca ni hay espacio para disfrutar de un refrescante baño. Pero como suele ocurrir con este tipo de libros ilustrados, detrás de esta aparente sencillez, se esconde todo un universo de posibles lecturas. Para ello, Ji Hyeon Lee nos propone una relectura de la historia en la que nos exige una observación atenta y nos sugiere que realicemos un ejercicio de extrañamiento en tanto que adoptemos una nueva forma de percibir y narrar la realidad. Así, un habitual día de baño se puede convertir en un fantástico viaje al fondo del mar, pero no un mar cualquiera, sino aquel que está en la imaginación de los niños, en el que pueden nadar junto a peces de colores o cualquier otro ser que su fantasía pueda imaginar. Pero este extrañamiento no es arbitrario ya que está completamente ligado al hecho de no dar nada por sentado, de buscar, de plantearse otros modos de ver sin la necesidad de partir lejos. Los niños protagonistas se alejan de la bulliciosa y abarrotada superficie y se sumergen en el interior de la piscina, donde hay todo un mundo por descubrir, fuera de los lugares comunes, fuera de lo establecido, donde la vida alcanza toda su plenitud, donde comienza la magia, porque más allá de lo convencional, más allá del gentío y la muchedumbre, siempre hay un lugar para soñar y descubrir y, sobre todo, para encontrarse con alguien que, como los niños protagonistas, ha decidido traspasar las fronteras de lo establecido.

De ese modo, a través del descubrimiento y de la sorpresa, un acontecimiento cotidiano como puede ser un día de baño en una piscina pública, se convierte en toda una aventura, pero siempre dentro de un tiempo y espacio determinados. De repente, los personajes principales aparecen, nadan, se sumergen, bucean, juegan y se van; todo sin causalidad. Sin embargo, en ese breve espacio de un baño,  parece como si el libro alargara el tiempo y el espacio en el que tiene lugar el juego y nos mostrara las alegrías, los temores, la ansiedad y el entusiasmo de los niños a cámara lenta, uno a uno, en un impresionante juego entre planos generales y planos detalle.

También hay que tener en cuenta, como ya es común en este tipo de libros especiales, el poderoso predominio de lo visual y sensorial, pues, a excepción de los paratextos editoriales, únicamente aparece el título, La piscina, un simple sintagma nominal escrito con una tipografía especial, en azul, realizada a partir de los extraños seres que lector luego descubrirá en el fondo de esa piscina. La función de este título no es otra que la de contextualizar la historia a la par que condicionar las expectativas del futuro lector, pero sin aportarle mayor información. Será éste el que, según vaya avanzando en sus páginas, debe descubrir lo que sucede, obligándole incluso a ir hacia atrás o hacia adelante para confirmar sus expectativas y predicciones y revisarlas continuamente.

Así, ante la ausencia total de palabras, si exceptuamos el título como hemos visto, Ji Hyeon Lee ha de trabajar a muchos niveles para transmitir los sentimientos de esos dos niños a través del color, la forma y la composición. Todo el universo de la piscina, dibujado únicamente con lápiz y lápices de colores, está representado con una gran belleza a través de unas imágenes simples pero muy tiernas y evocadoras al mismo tiempo. Los colores que predominan son los grises cuando dibuja al niño protagonista antes de sumergirse en la piscina o a los bañistas que permanecen en la superficie, y toda una gama de colores primarios que encarnan, por una parte, ese mundo fantástico que es el fondo marino, y por otra, y en lo que mi opinión es más difícil, sobre todo teniendo en cuenta la simpleza de medios, el describir y transmitir ese estado de felicidad, de «pasárselo en grande», esa  ilusión tensa ante un estallido de alegría, la sensación de flotar en el agua como si el tiempo se hubiera detenido, esos momentos desconcertantes en los que muchas cosas suceden al mismo tiempo.

Desde el punto de vista gráfico, sobresale también el uso admirable del espacio y de la composición. El espacio en blanco juega un papel preponderante en todo el álbum. Encontramos páginas en las que destaca solamente el niño en el centro de la página, sin nada más a su alrededor, transmitiendo una sensación de ligereza, de tranquilidad y armonía. Otras veces, la autora se sirve de esta página en blanco para aumentar nuestro interés y sorpresa ante lo que sucederá en la página siguiente. Por contra, en ocasiones utiliza la ilustración a sangre para expresar el agobio y el fastidio que suponer estar en la superficie de la piscina.

En definitiva, Ji Hyeon Lee ha llevado en La piscina el concepto de texto pictórico a un nivel superior que explora la ambigüedad y el potencial de los múltiples significados en la secuencia visual, invitándonos a pensar, a preguntarnos y plantearnos de nuevo la verdadera realidad del mundo en el que vivimos.

 

Publicación : 24 de noviembre de 2014

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