SUITE FRANCESA

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En el comentario de Los bienes de este mundo, manifesté cierta perplejidad al no encontrar en sus páginas ningún detalle significativo sobre las dramáticas circunstancias que vivía su autora, Irene Nemirovsky.
Luego, en una de las cartas que aparecen al final de Suite francesa, en la que confiesa sus apuros económicos, al haberle embargado las cuentas por el hecho de ser judía, atribuye la autoría de Los bienes de este mundo a una amiga, no judía, por supuesto.  Lo más probable es que lo hiciera para conseguir un dinero tan necesario en aquellos momentos, considerando, quizá, que no se trataba de su obra más representativa.
Suite francesa lo es, sin duda alguna. Todo en ella interesa: su cuidadosa planificación, que podemos leer en las notas finales; el modo dramático cómo se conservó hasta ser publicada, el limpio, fluido y minucioso contenido y el trágico destino de su autora que impidió pudiera terminarla.
La intención de Irene Nemirovsky al idear Suite Francesa fue escribir un libro de mil páginas, más o menos, que fuese algo así como una sinfonía con diversos movimientos y tonalidades. Su libro tendría cinco partes, en Suite francesa se recogen dos: Tempestad en junio y Dolce. De las restantes, sólo tenemos los apuntes que Ireneva haciendo sobre ambientes, situaciones y personajes. Dichos apuntes, junto con las cartas escritas, primero por ella y después por su marido, Michel Epsein, a diversas personas solicitando ayuda, constituyen un sobrecogedor testimonio que enriquece, aún más si cabe, el libro.
Irene Nemirovsky no consiguió ninguna protección del Gobierno colaboracionista de Vichy. El 13 de julio de 1942 los gendarmes franceses la detienen. Deportada a Auschwitz, es asesinada el 17 de agosto. Ignorante de esto, su marido pide desesperadamente ayuda; incluso se ofrece al mariscal Pétain para sustituirla en el encierro. Lo único que logra es que lo trasladen también a Auschwitz el 6 de noviembre de 1942 y lo ejecuten al llegar.
Meses antes, Irene, que no se hace ilusiones sobre su futuro, lo organiza todo para salvar la vida de sus dos hijas, nombrando tutora a una antigua sirvienta y amiga que consigue esconderlas, pese a la continuada persecución de los gendarmes. Las niñas conservan una maleta con diversos escritos de su madre. Entre ellos, con letra muy pequeña para aprovechar el papel, está el contenido de este libro, cuya edición promoverán ya adultas..
Las dos partes de las que se compone Suite francesa suponen movimientos diferentes dentro de la sinfonía ideada por su Irene Nemirovsky. Tempestad en junio narra la huida de París de miles de personas en 1940, al ser inminente la entrada de los alemanes a la ciudad.
El desordenado éxodo de muchos hacia ninguna parte y de otros, los más acaudalados, hacia sus posesiones en el campo, es narrado por Irene con enorme realismo que esconde una acerada crítica social. El carácter de los personajes principales, reflejado en sus comportamientos y modo de pensar, pone en evidencia a unos seres de clase alta: los Pericand, Gabriel Corte, el señor Corbin, Charles Langeled, que se creen superiores moralmente, pero que son hipócritas y mezquinos. De los que pertenecen a esta clase, Irene no salva a ninguno (tendría presente su solitaria infancia con una madre egoísta hasta el límite); todos buscan su propio beneficio, desprecian a los que consideran populacho y para ellos lo material está muy por encima de las personas. Por ejemplo, el sacerdote, Philippe Pericand, en el impactante pasaje de los huérfanos, creyéndose llamado a una misión superior, se aleja de lo que predica.
La mirada de la escritora es más condescendiente al describir las clases populares: los Labarie, campesinos que cuidan al soldado herido, y la pareja de mediana edad que trabaja en un banco, el matrimonio Michaud.
Dolce narra la vida en el pequeño pueblo de Bussy ocupado por el ejército alemán, tras el armisticio firmado por el mariscal Pétain con el Tercer Reich.
Aquí destaca la familia Agellier, suegra y nuera, y la relación que ambas establecen con el oficial alemán al que han de acoger en su casa.
El relato se vuelve más intimista y descriptivo: el interior de las antiguas viviendas, los jardines, el paso de las estaciones, el movimiento y la fisonomía de los distintos personajes y hasta la convivencia, forzada o no, entre las gentes del pueblo y los ocupantes, es presentado por la escritora de un modo contenido y poético. Quizá sorprenda la nula animadversión que Irene Nemirovsky muestra al referirse a los alemanes, jóvenes con una historia, una familia y unos deseos similares a tantos otros, de nacionalidades diversas, conducidos a una guerra causada por la ambición de unos cuantos iluminados.
Mucho más se podría decir sobre Suite francesa y el resto de documentos que le acompañan. Sólo el capítulo primero de Tempestad en junio o lo referido al gato Albert, ya harían aconsejable su lectura.
Una lectura que recomiendo por su excelencia y como homenaje póstumo a una mujer, Irene Nemirovsky, que nos dice a través de Maurice Michaud, el personaje que intuyo más similar a ella: “Me mantiene la certeza de mi libertad interior que es un bien precioso e inalterable, y que conservarlo o perderlo sólo depende de mí.
De que lo que ha tenido un comienzo, tendrá un final.

Así que lo primero es vivir, Primun vivere.
Día a día. Vivir, esperar, confiar”

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