Voy a empezar septiembre con un libro que leí en vacaciones y al que se le ha hecho una gran publicidad. Por tanto, creo que será bastante conocido por los lectores. Se titula El maestro del Prado y su autor es Javier Sierra.
De Javier Sierra he leído varios libros: La Cena Secreta, La dama azul y ahora El maestro del Prado. Todos ellos recogen las investigaciones que realiza el autor en un intento por desvelar secretos ocultos o desentrañar misterios históricos o enigmas del pasado que no les fue posible aclarar a investigadores más ortodoxos.
Este tipo de temas suelen interesar a las personas a las que atrae lo desconocido y buscan desentrañarlo mediante explicaciones esotéricas. Explicaciones que pueden o no convencerte, pero que, en el caso del autor turolense, te distraen, te informan y hasta llegan a despertar tu curiosidad.
Me sucedió con La Cena Secreta, libro que alguien me recomendó poco después del inexplicable éxito obtenido por El Código Da Vinci de Dan Brown, y que me pareció ameno y bien documentado, frente a la decepción total que supuso la lectura del otro.
Ahora, centrándonos en El maestro del Prado, Javier Sierra se vale de una historia protagonizada por él mismo cuando estudiaba periodismo en Madrid en 1990. Un día, en una de las frecuentes visitas que realizaba al Museo del Prado, se le acercó un hombre de aspecto distinguido, que más tarde se identificaría como el Doctor Fovel, y comenzó a hablarle de los secretos que ciertos pintores: Rafael, Tiziano, El Bosco, Botticelli, Juan de Juanes, El Greco, etc. solían esconder tras las imágenes de algunos de sus cuadros.
En la historia participa también una amiga del joven, un anciano monje bibliotecario en El Escorial, un extraño inspector de Patrimonio y diversos personajes secundarios que completan el argumento, por ejemplo, Lucía Bosé.
En realidad, la historia que nos cuenta el autor, sea o no inventada, pienso que sólo pretende servir de conexión entre los aspectos del relato relacionados con las distintas pinturas y sus autores, por lo que tiene poco interés.
Lo destacable está en las explicaciones que el doctor proporciona al estudiante de periodismo sobre los cuadros elegidos, cuyas imágenes aparecen en la obra, explicaciones que te impulsan a contemplarlos con ojos nuevos y apreciar los detalles que el tal doctor destaca.
En resumen, un libro en la línea de todos los que he leído de Javier Sierra, quizá un poco menos elaborado, pero que puede ser una herramienta de trabajo interesante para motivar a alumnos adolescentes o conseguir que las personas no expertas en Arte sientan curiosidad y visiten el Museo del Prado en busca de los cuadros y pintores descritos en el libro, logrando retenerlos de manera especial en su memoria.