Por Octavio Ferrero
Cuando Miguel Calatayud habla es muy habitual encontrar la palabra ‘amigo’ entre su vocabulario. Da la sensación de que gran parte de su facilidad creativa, de su ingente obra, es fruto de esa cordialidad con la que abraza todo lo que le rodea.
Ahora, junto a su amigo y guionista Carlos Pérez, participa en Nuestro encuentro con Kembo, una magnífica exposición en la que se muestran algunos bocetos y los dibujos originales que componen el álbum ilustrado “Kembo. Incidente en la pista del Circo Medrano”, publicado por Kalandraka en 2010.
Aprovechamos la ocasión y entrevistamos al en tres ocasiones premio nacional de ilustración, y autor de la portada del número 11 de Opticks Magazine https://www.opticksmagazine.com/numero11.
¿Cómo surge Kembo? ¿La estrecha relación entre el escritor y el ilustrador sirve de ayuda en el proceso creativo?
Un proyecto adquiere forma dependiendo de las circunstancias. En efecto, a la hora de ilustrar Kembo, no se dio el caso, por otra parte bastante habitual, de aproximación a un texto totalmente ajeno. Carlos, en un pliego editado con motivo de la exposición, ya ha proporcionado suficiente información sobre los materiales que a él le apetecía manejar y finalmente incluir en la composición del relato. Siendo amigos, y luego de haber colaborado en varios asuntos de creación, yo conocía su afición a determinado cine, a las vanguardias, al cartelismo y a toda la cultura francesa en general, al universo del circo y el espectáculo, a ciertas figuras del jazz, etc. No hubo, pues, sorpresa alguna ante el suministro de sugerencias. La conversión en imágenes de todo aquello adquirió una dimensión divertida que, estoy seguro, se manifiesta con total claridad en el aspecto gráfico.
¿Cómo te acercas normalmente a un texto que vas a ilustrar?
Siempre con interés. También con precaución, conviene decirlo; aunque me estoy refiriendo a lo desconocido. Cualquier atisbo de inquietud desaparece cuando se trata de un clásico y, por motivos distintos, tampoco existió en el caso de Kembo. Podemos estar de acuerdo o no en que este álbum es un cuento en el que abunda la ingenuidad; aunque hay quien piensa que funciona mejor en el lector adulto por sus continuos guiños a una época, a una forma ya lejana de hacer cine, por rendir homenaje al género musical, por la aparición del león de la Metro Goldwyn Mayer (¿una productora cinematográfica de Hollywood en una lectura “infantil”?)… Pero tendremos que recordar la lógica de un relato en el que nada es casual: el malvado maltratador de la historia odia a Kembo por su gran melena (él no asume su calvicie y la disimula utilizando peluca); la bailarina ofrece al león un plátano de su falda porque el felino es vegetariano y le entusiasma la fruta; etc. Es evidente que nos estamos alejando del consabido conjunto de ratitas, conejitos, niñas y niños más o menos cursis, princesas, fantasías vulgares y magias.
Muchos niños tendrán entre manos este libro. ¿Recuerdas los primeros libros que llegaron a las tuyas? ¿Cuál de ellos despertó o avivó de manera especial tu interés por el dibujo?
No guardo memoria de un libro concreto; la verdad es que en casa no abundaban precisamente los libros de imágenes, pero me iban interesando cosas muy variadas: un compendio escolar de geografía del periodo republicano con estilizadas y modernas ilustraciones en blanco y negro; las aventuras de Pinocho (aún conservo Pinocho en el país de los hombres flacos) del estupendo Bartolozzi y otros cuentos de Calleja; las ediciones de Ramón Sopena; las fascinantes láminas de Segrelles para Las mil y una noches… También apreciaba la intención rompedora de Pablo Ramírez en su producción de motivos para tarjetas navideñas y en toda aquella serie de portadas editadas por Molino.
¿Cuáles crees que son los retos que plantea la ilustración infantil?
En esta cuestión, siempre trato de no contribuir a la confusión. Hay que evitar la exacta denominación “ilustración de libros infantiles” cuando nos referimos a una actividad más (no una especialidad profesional con limitaciones) de creación gráfica. En cualquier caso, la ilustración debe ofrecer, creo, al espectador imágenes estimulantes, ricas en hallazgos y significados, propuestas visuales que no se agoten con una sola mirada. ¿No da igual que el destinatario sea el niño o el adulto? Sí es necesario advertir de un peligro: la ausencia del mundo propio, la devoción por el realismo, la dependencia del recurso fotográfico. Al respecto voy a recurrir a una frase reciente de Caballero Bonald: “El realismo, la copia, desfigura la literatura”. El mensaje del poeta puede aplicarse perfectamente al territorio de la poesía visual. Al fin y al cabo esa es la auténtica identidad de la ilustración gráfica.
Han pasado tres años desde la publicación de Kembo. ¿Al revisar las ilustraciones para exponerlas has descubierto algo más de Kembo que hasta ahora no supieras?
Como sigo trabajando en el mismo registro de este libro, me recreo en la contemplación y llego a pensar que si lo tuviese que realizar en la actualidad el resultado sería muy semejante. Por otra parte, hablamos de unas ilustraciones en las que todo está repensado, que obedecen a una especie de filtro personal, nada espontáneo, ya visible en los bocetos que forman parte de la muestra. Cualquier buen observador no advierte cambios sustanciales entre el apunte previo y el resultado final.
¿Está previsto hacer viajar a esta exposición? Además de Valencia, ¿tendrá en el futuro algún otro destino?
En la exposición ofrecemos todos los materiales elaborados para un libro concreto y, ya en la fase inicial, nos pareció una obra, por cantidad y dimensiones, especialmente adecuada al espacio ofrecido por el Colegio Mayor Rector Peset. Con posterioridad, ha surgido alguna propuesta de itinerancia que iremos estudiando; siempre es interesante que el esfuerzo hecho aquí alcance difusión.
Y pensando en el futuro… ¿Está dentro de tus proyectos el de ilustrar alguna gran obra de la literatura universal?
Confieso que me decidiría por algo así solo a partir de un encargo editorial previo. Tengo a la vista dos proyectos personales aún por desarrollar: una serie de no-personajes (personalidades ficticias inventadas por Carlos Pérez, responsable de la escritura de Kembo), y una modestísima historia (cosecha propia) que trata de grillos en un jardín.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 31 de Julio en la Sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset (Valencia), muestra además el documental de Juan Peiró ‘Kembo y Duna en la Finca Roja’.
Publicación : 04 de julio de 2013