EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA

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Conocí por primera vez a Arturo Pérez Reverte a través de los libros que mis hijos leían aconsejados por sus profesores. Recuerdo, por ejemplo, La sombra del águila o las múltiples aventuras del Capitán Alatriste.
Después, una vez que los chicos crecieron, todos continuamos leyendo las obras de este autor: El maestro de esgrima, El club Dumas o La tabla de Flandes, por citar algunas novelas, y conjuntos de artículos: Con ánimo de ofender y Cuando éramos honrados mercenarios.
Explico lo anterior, porque el libro que hoy traigo a esta página, El tango de la Guardia Vieja, presenta muchas características de las obras citadas; es decir, es un claro exponente de la forma de hacer del escritor: Una prosa clara y fluida que resulta fácil de leer, cuidadas, detalladas y hasta muy poéticas descripciones, violencia, intriga, crítica feroz de la “idiosincrasia” española y, en el caso de El tango de la Guardia Vieja, yo diría que más que  otras veces, sexo bastante explícito, pero que, al formar parte natural de la trama, otro tanto sucede con las escenas de violencia, no escandaliza ni disgusta en absoluto. Una curiosidad, al igual que en La tabla de Flandes, aquí juega también un papel importante el ajedrez.
El tango de la Guardia Vieja ha sido considerado por los críticos de El Cultural como uno de los mejores libros de autores españoles e hispanoamericanos publicados en el año 2012. Su protagonista principal es Max Costa, un apuesto buscavidas ladrón y tramposo que, al inicio del libro, 1928, trabaja de bailarín mundano. En un viaje a Argentina, desempeñando la tarea para la que ha sido contratado, Max entabla relación con Mecha Inzunza, la bellísima hija de un rico empresario español que viaja a Buenos Aires en compañía de su marido, reputado compositor que pretende escribir allí un tango.
En paralelo a esta historia, Pérez Reverte nos muestra a Max Costa con sesenta y pocos años, trabajando de chofer de un famoso y acaudalado médico en Sorrento, y encontrándose de nuevo con Mecha Inzunza, que esta vez acompaña a su hijo, prestigioso ajedrecista, en un torneo de dicha disciplina.
El tercer contacto entre ambos es anterior, tuvo lugar en la Riviera francesa, refugio de muchos ricos españoles que huían de la Guerra Civil y lo relata el escritor entre el primero y el tercer encuentro.
No aclaro nada más de esta turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas (literal en la contraportada); sólo que ella nos permite conocer o recordar, (Arturo Pérez Reverte se documenta de forma exhaustiva a la hora de escribir), lugares y situaciones importantes en el devenir del pasado siglo, mediante un hermoso y magnífico relato cuyo ritmo mejora de modo progresivo, atrapando al lector, en busca de un final, no por previsible, menos interesante y literario.

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