En este tiempo extraño en el que vivo ahora he tenido la idea de rescatar de entre los libros que me van regalando Misión Olvido, la segunda novela de María Dueñas que recibí cuando estaba recién editada.
Recuerdo haber pedido en la biblioteca pública que comprasen El tiempo entre costuras, atraída por el comentario admirativo que hacía de tal obra en el periódico Fernando Sánchez Dragó. Recuerdo también que, al devolverla, auguré su éxito futuro.
Sin ser adivina, guiándome sólo por la experiencia, algo así resultaba fácil de prever; existen multitud de lectoras aficionadas a esa clase de libros. La historia de una mujer, con la guerra civil y la posguerra de fondo, amores varios, traiciones, espionaje, un marco no tocado hasta el momento (Tánger), un taller de costura, el ascenso social merced al esfuerzo…, y todo ello como elementos de un relato lineal escrito con claridad y sencillez.
Pues bien, según parece, y a pesar de la enorme campaña de promoción con la que se acompañó su salida, Misión Olvido, no ha logrado alcanzar el éxito de la primera novela de la autora nacida en Puertollano. La razón se la dio a Isa, bibliotecaria de mi pueblo, una señora que la devolvió a la biblioteca poco después de solicitarla, alegando que se trataba de un libro muy lioso con historias mezcladas de diversas personas que iban de atrás adelante y de adelante atrás.
Esto es así, aunque en lo de “lioso” no estoy de acuerdo, porque la vida de Blanca Perea, principal protagonista del relato, profesora universitaria, con dos hijos que ya vuelan solos y un marido que acaba de irse con otra más joven y le pide el divorcio, no se mezcla en principio con la de Andrés Fontana, hijo de padres paupérrimos, al que una señora acaudalada le paga la carrera en la universidad, y con la de Daniel Carter, profesor norteamericano especialista en literatura hispánica.
La vida de estos tres personajes principales y de otros muchos se mezcla cuando Blanca, que desea escapar de su complicada situación anímica, acepta marchar a California, merced a la beca que le otorga una fundación privada para que recopile y clasifique los documentos que, tras la muerte de Andrés Fontana, constituyen su legado a la Universidad de Santa Cecilia. Muchos de esos papeles se refieren a las misiones que los franciscanos crearon en esa zona de Norteamérica, con la idea de evangelizar y “civilizar” a los indígenas. En el trabajo de Blanca interviene Daniel Carter, discípulo del desaparecido Andrés, que viajó a España impulsado por éste, enamorándose de una española.
No cuento más, porque sería descubrir demasiado. Lo que sí he de decir, coincidiendo con la Sra. a la que no le gustó el libro, que la autora introduce tantos temas distintos: divorcio, posguerra española, vida universitaria en California, Ramón J. Sender, bases norteamericanas en nuestro país, censura, amor, traición, celos, perdón, Alzheimer, retraso mental, misiones franciscana, ecología, etc., que se queda en la superficie de todos ellos.
Por lo tanto, siempre a mi parecer, la novela carece de profundidad y tensión dramática. Los personajes, estereotipados, no son creíbles ni emocionan en absoluto.
Y, si tenemos en cuenta a los muchos colaboradores que tuvo María Dueñas mientras escribía Misión Olvido , que constan en los agradecimientos que aparecen al final, pienso que el resultado debería ser muy, pero que muy distinto.