Empiezo el mes de abril con la reseña de una novela, El río del Edén, calificada por su autor, José María Merino (La Coruña 1941), como “de amor y a la vez realista e intimista”.
De amor, porque dicho sentimiento constituye el eje central del libro alrededor del cual giran las vidas de Tere y Daniel, personajes de la España actual, aquí viene el realismo, con sus intereses, deseos, dudas, frustraciones y hechos concretos: estudios, relaciones, trabajos…
La novela se inicia con un viaje a pie hacia una laguna, lugar idílico situado en el Alto Tajo, en el que Tere y Daniel pasaron, cuando aún eran novios, unos inolvidables días. Tanto le gustó a la joven el lugar, descrito con todo lujo de detalles por el autor, en esa conjunción de los personajes y el paisaje característica de José María Merino, que Tere pidió a Daniel, en el caso de que fuese ella la que muriera primero, que esparciese sus cenizas sobre las paradisiacas aguas.
Eso es lo que se disponen hacer ahora Daniel y Silvio, el hijo preadolescente de ambos afectado del Síndrome de Down. El viaje de los dos hasta el lugar elegido por Tere supone una reflexión continuada del hombre sobre la vida que han compartido, desde que conoció a la que después sería su esposa, hasta el momento en que murió, tras dos años parapléjica total a consecuencia de un accidente de coche.
En esa reflexión, relatada por Daniel en segunda persona, éste nos muestra sus personalidades opuestas: una desconfiada y egoísta y otra enamorada y generosa. El enfrentamiento entre esos dos Danieles, en el que juega un importante papel el nacimiento de Silvio, ocupa buena parte de la historia.
Por lo contado hasta ahora podría parecer que El río del Edén es una novela sensiblera y melodramática. Nada más lejos de la realidad, el tono del relato es sobrio y contenido. Las observaciones de Silvio y su evolución como niño distinto a los demás le aportan magia, ingenuidad y ternura. Las referencias al conde Don Julián y a Calderón refuerzan su densidad literaria. La intriga por el desenlace, pese a comenzar con el traslado de las cenizas de la principal protagonista femenina, permanece hasta la última página.
Por todo lo expuesto, y mucho más que encontrarán al leer la novela, es comprensible que los críticos de la revista El Cultural hayan colocado a El río del Edén en el primer puesto de todas las obras publicadas por autores españoles e hispanoamericanos durante el 2012.
Y, sin embargo, a mí no ha logrado conmoverme.