EL TEMBLOR DEL HÉROE

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«El temblor del héroe», novela por la que el escritor santanderino Álvaro Pombo recibió el Premio Nadal 2012, tiene un narrador omnipresente. Es decir, un ser que contempla desde su atalaya a los protagonistas del relato y nos cuenta todo lo que hacen y piensan, utilizando términos filosóficos y citas en latín e inglés sin traducción a pie de página, con las que, debo confesar, me he perdido en bastantes ocasiones.
Así sabemos que Román, el principal protagonista, es un profesor de Filosofía recién jubilado cuyas clases, nacidas del amor por la disciplina impartida y la vocación docente, resultaron determinantes para que Eugenio y Helena, pareja en la actualidad, se convirtiesen en médicos traumatólogos. Ambos, que continúan sintiéndose deudores de su antiguo y apasionado profesor, al que también consideran amigo, se preocupan por la apatía con la que ha enfrentado la jubilación y desearían que escribiese o iniciase algún otro trabajo literario con el que llenar el vacío de sus días de total asueto.
Por otro lado, Elena, que se siente atraída en el aspecto sentimental por Román y que se ve con él a espaldas de Eugenio, aunque todo se haya reducido a pasear juntos, piensa que no está siendo leal con su compañero y analiza la atracción que experimenta hacia el profesor, buscando explicaciones y certezas.
La aparición de un nuevo personaje, Héctor, periodista de pasado difícil, incluyendo la pederastia, que entrevista a Román, despierta el interés de éste, halagado por las atenciones del joven, persona de múltiples aristas.
Establecida la relación, Héctor introduce en la vida del profesor jubilado a Bernardo, ex sacerdote, maestro y protector suyo en otro tiempo.
No explico más para no restar interés a la intriga. Ahora debo decir que a mí el libro no me ha gustado. Quizá podría calificarlo de demasiado intelectual, pero tampoco es eso. Creo que los elementos enumerados: vocación docente y su influencia, jubilación y sus secuelas, problemas en la infancia y pederastia, etc. son suficientemente importantes para construir una novela que interese y atraiga a los lectores. Sin embargo, las continuas disquisiciones filosóficas de las que se vale el narrador, aderezadas con el latín y el inglés, en lugar de dar profundidad y trascendencia a lo narrado, aburren y marean.
La heroicidad de los personajes no logro ni atisbarla. Puede ser que, como el título indica, se reduce a un temblor y éste es muy tenue.

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