Lo siento, pero no existe el paraíso

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1980

 

Por Octavio Ferrero

 

El próximo día 2 de Octubre sale a la venta la última novela del escritor Ricardo Bellveser “Lo siento, pero no existe el paraíso”. Opticks Magazine ha tenido la oportunidad de entrevistar al autor a pocos días de la publicación de su nuevo libro.

 

 

¿Cómo surgió la idea de este libro? ¿Parte quizá de alguna experiencia personal?

Vivo en una zona (relativamente) tranquila y céntrica de la ciudad, junto a una fuente en cuyo centro hay una estatua de Cervantes hecha por Pinazo. A su alrededor, docenas de emigrantes que la han escogido como lugar para cervecear y otras cosas, y aquí siguen desde hace meses, pese a que la policía les incordia para recordarles que deben empezar a pensar que deben pensar en irse. No los desalojan, tal vez porque no pueden, o porque prefieren que el invierno y las lluvias hagan este desagradable trabajo por ellos.

Allí conocí al protagonista de mi historia, que es el autor de algo más de un tercio de lo que cuento. Este tipo un día desapareció. Bajé a buscarle, me extrañó no verle, y sigo extrañado de haberle perdido. Si diera con él, le facilitaría una parte de los derechos de autor.

Después la historia creció por sí sola, muy adornada con noticias de prensa, que en la novela se reproducen como recortes de periódico y que he encajado como piezas de puzzle, mucho mejor, creo yo, que como las cosas encajan en la vida real…

 

Los movimientos migratorios han existido en todas las épocas. A lo largo de la historia miles de seres humanos han partido en busca de su particular «paraíso». ¿Qué tienen de distinto los movimientos actuales?

Los movimientos migratorios responden a impulsos bien distintos. ¿Qué hizo que los otomanos se trasladaran hacia los Balcanes?, ¿por qué una importante cantidad de americanos del norte, familias enteras, emprendieron la conquista del lejano oeste? Claro que una cosa es la emigración, otra la conquista, otra el ánimo imperial, otra la aventura.

Pero, aún reduciendo la cuestión a los ítems más simples, esto es, razones económicas, razones políticas (que muchas veces hace que haya quien confunda emigración con exilio y no son la misma cosa), razones de oportunidad y familiares, las económicas son las de mayor peso, pero no forman un hecho único, pues se puede emigrar en busca de una vida mejor, en búsqueda de oportunidades, o huyendo de la hambruna o de la peste. En fin, la relación es muy amplia.

 

Todas las grandes crisis que se han producido a lo largo de la historia han originado después un movimiento renovador, ¿piensa que éste puede haber repercutido en mejoras para la humanidad?
Según el pensamiento futurista expresado en su manifiesto, el único elemento renovador de la humanidad son las guerras. No seré yo quien diga eso, aunque reconozca que en una parte tenían razón, solo en una pequeña parte de esta idea.

La renovación es algo implícito en el ser humano, tan amante del cambio, tan vulnerable a las mutaciones. En las Sagradas Escrituras ya se hablaba de que hay tiempos de vacas gordas al que sigue un tiempo de vacas flacas, y el movimiento pendular de la historia y de la economía y de las sociedades así lo demuestra, se va de un lado a otro con la misma liberalidad.

Lo que no estoy tan seguro es que toda renovación lleve consigo mejoras para la humanidad. No siempre se “renueva” para bien.

Existen países en Europa que, pese a los muchos años que llevan recibiendo inmigrantes, no han conseguido que éstos se integren. ¿Qué deberían hacer los gobiernos occidentales para favorecer la integración?

Vamos a ver. El término integración implica un toma y daca. No creo que podamos hablar de que alguien se ha integrado cuando para ello se ve forzado a abandonar sus hábitos alimentarios, su religión, su indumentaria y sus costumbres y ha de adoptar las del lugar al que ha tenido que desplazarse. Ni creo que integrarse sea que no modifique para nada sus costumbres y las traslade incrustándolas a fortiori en el nuevo país, que tiene una cultura y tradición diferentes.

En mi opinión, la integración supone un proceso de adaptación y respeto mutuo. En Europa, en general, sus leyes y nuestra educación respeta los usos, costumbres y creencias de los que vienen, siempre que no sean brutales o atenten contra la salud y la dignificad del ser humano, como, por ejemplo, la práctica de la ablación, la explotación infantil, el desprecio a la mujer o al homosexual, y eso nos permite exigir lo mismo a ellos.

 

No sólo los inmigrantes, da la impresión que muchos europeos también podrían decir con Ud.: Lo siento, pero no existe el paraíso. ¿Cuáles son las causas a su parecer para que esta sensación vaya en aumento?

En el caso de muchos de los emigrantes, la idea de Paraíso no está en la realidad sino que está oculto en la retórica de las mafias. A mi personaje le convencen para que deje África y se venga a España, porque esto es el paraíso, se vive tan bien, –le explican– que aquí, en las calles, en las paredes, hay máquinas que te dan dinero. Lo importante es conseguir las tarjetas de plástico adecuadas, cosa que se logra pronto, dicen. Con esas tarjetas, se puede ir, gratis, al médico, al colegio, al economato, al comedor, subir al autobús y sacar dinero de la pared… No es mentira ¿verdad?, ¿o sí? ¿No es esto algo parecido al paraíso?

Hay otros menos pánfilos. En general, los emigrantes hispanoamericanos, pertenecen a sociedades muy parecidas a las nuestras, con valores similares. Probablemente eran más pobres, pero no tan ingenuos.

Además tiene usted razón en la fórmula de su pregunta. Muchos europeos podemos decir, tras haberlo constatado personal y colectivamente, que no existe el paraíso, aunque por un momento creíamos que sí, nos engañaron con tarjetas de plástico, teléfonos móviles y redes sociales, pero la realidad se  ha encargado de hacer jirones tanta engañifa.

 

¿Cuánto tiempo ha debido dedicar a su libro desde que empezó a escribirlo hasta su publicación? ­­

No lo sé, porque no he trabajado en él en exclusiva. Mientras lo escribía hacía otras cosas, como acudir a mi trabajo, escribir en periódicos, escribir y publicar poesía, o ensayo, asistir a congresos, viajar, etc. Pero, de un modo u otro, llevo con este libro varios años, hasta el punto de que he tenido que actualizar algunos datos que se habían quedado desfasados.

Ahora bien, uno siempre está escribiendo –o al menos eso me pasa a mi– a todas horas y en todos los momentos. No entiendo la vida sin la escritura y su corolario la lectura, ambas con el centro de mi vida. Digo esto sin idealizaciones, yo no creo que el libro sea en sí mismo la cultura, sino una de las formas de obtenerla, y desde luego no la única ni mucho menos. Eso sí, es la que a mi me resulta más grata.

 

Publicación : 28 de septiembre de 2012

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