Si atendemos a la situación actual del mundo: crisis económica, enfrentamientos entre países y comunidades, fanatismo religioso, etc., encontramos pocas razones para el optimismo.
Ése es el motivo por el que hoy traigo a las páginas de Opticks a un autor que puede contribuir a que miremos la vida de modo diferente o, al menos, hacernos sonreír. Se trata del naturalista, zoólogo y defensor de animales en peligro de extinción Gerald Durrell (no confundir con su famoso hermano el novelista Lawrence Durrell, del que hablaré en otro momento).
Gerald Durrell nació en la India en el año 1925 y murió en la isla de Jersey (Gran Bretaña) en 1995. Sus padres eran de origen europeo, de ascendencia británica él e irlandesa ella. Al fallecer el padre en 1928, la familia vivió alternativamente en Inglaterra y en la isla griega de Corfú.
Según cuenta el propio Gerald, su afición a la zoología comenzó en la India cuando le llevaron a visitar un zoológico. Aquella visita puso las bases para que se convirtiera en un entusiasta de los animales; entusiasmo fomentado por los tutores y amigos de la familia que se encargaron de su educación, ya que no asistió con regularidad a ninguna institución educativa.
Su interés por el reino animal y la preocupación que sentía por todas las especies que estaban desapareciendo, le condujo a financiar él mismo expediciones a países de varios continentes, destinadas a salvar especies amenazadas.
Poco a poco, su trabajo en beneficio de esta clase de seres fue reconocido, constituyéndose una fundación en la isla de Jersey con objeto de gestionar el zoo que él había creado en ese lugar y en el que iba reuniendo multitud de animales en peligro para preservarlos, que se reprodujeran y, posteriormente, integrarlos de nuevo en su hábitat natural.
Cuento estos detalles de su biografía porque Gerald Durrell no se consideraba un escritor profesional; utilizaba la escritura con la intención de recaudar fondos que le permitieran continuar ejerciendo su benéfica labor.
De los libros de hoy , escritos con tal propósito, el primero de tipo divulgativo: Atrápame ese mono, en el que el autor nos cuenta las peripecias a las que solía enfrentarse para lograr llevar hasta su zoo a diversos animales en peligro, que nos describe con detalle y apasionamiento, pienso que interesará sobre todo a los aficionados a la zoología. Aunque he de decir que yo, sin ser aficionada, he disfrutado leyéndolo.
Sin embargo, el segundo, Filetes de lenguado, estoy casi segura de que va a gustar a todos los posibles lectores. Se trata de un conjunto de relatos en los que el tema de los animales resulta secundario y destaca más el tono humorístico que adopta el escritor al relatarnos distintas aventuras relacionadas con su entorno familiar, su expedición a Camerún, su estancia en una clínica de reposo o la relación amorosa que mantuvo con Ursula, joven que hablaba el inglés de manera bastante peculiar.
Gerald Durrell escribe con un estilo claro y ágil, así que se lee fácilmente. El humor de los relatos contenidos en Filetes de lenguado no va contra nadie, es decir, no pretende herir ni ridiculizar; se limita a relatar situaciones absurdas o apuradas que le han sucedido, en las que aparecen diferentes tipos humanos con sus rarezas, costumbres o características personales que les hacen actuar de una determinada forma que resulta al lector divertida y hasta hilarante.
Resumiendo, dos libros que, sin ser de autoayuda, pueden ayudarnos a valorar el mundo que nos rodea y a comprobar hasta qué punto el entusiasmo de una persona por su profesión contribuye a que consiga ejercerla con éxito (Atrápame ese mono).
Pero también (Filetes de lenguado), a suavizar los rigores de la vida diaria provocándonos una enorme y, espero, gratificante y contagiosa sonrisa.