AIRE DE DYLAN

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Mis muchos años de lectura, a veces compulsiva, no me habían otorgado la facultad de reconocer en los primeros renglones de una novela a su autor. Cuestión distinta fue la de los poetas, al menos los más cercanos a mis gustos: Antonio Machado, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Luis Cernuda, León Felipe y otros que omito, porque no es de poesía de lo que hablaré hoy, me son inconfundibles.
Tal vez no poseía esa facultad por lo poco que acostumbraba a analizar los libros leídos desde el punto de vista de la forma. Sin embargo, durante los últimos diez años y gracias a la influencia de mi amigo Manolo, me vi casi obligada a percatarme tanto del fondo como de la forma, ¡era preciso estar a su altura!
Ahora ya hay escritores que identifico en las primeras líneas. Uno de ellos es Enrique Vila-Matas. Seguro que ciertos lectores no ven en esto ningún mérito y afirman que Vila-Matas no puede confundirse. Cierto, pero quizá antes yo lo habría confundido y ahora, no. (Déjenme que presuma).
Hablar de Vila-Matas es hablar de Literatura en estado puro. Aire de Dylan se ajusta a ese personal modo de narrar y de ser.
La narración comienza en Barcelona, cuando un prolífico escritor, que ha decidido íntimamente no escribir más, a pesar de creer que nunca consiguió la obra maestra, es invitado a un congreso literario sobre el fracaso en la universidad suiza de San Gallen. En una de las sesiones del congreso, este escritor conoce a Vilnius Lancastre, auténtico protagonista del relato.
Vilnius Lancastre tiene un gran parecido con Bob Dylan, que fomenta con su manera de vestir y de peinarse. El invitado al congreso había sido su padre, famoso autor catalán; pero al morir de un infarto días antes, el hijo ocupó su plaza, ya que, aunque lo que más le interesa es el cine, está escribiendo una extensa obra que titula Archivo General del Fracaso.
La aportación al congreso de Vilnius consiste en un texto autobiográfico que titula “Teatro de realidad”. Cuenta que su padre, con el que tuvo una relación pésima, se está infiltrando en su mente y pasándole sus recuerdos. En ocasiones, le llama Hamlet, por lo que creé que puede ser una incitación a la venganza. Habla también de su afición por el cine y de que la frase: “Cuando oscurece, siempre necesitamos a alguien”, pronunciada en la película “Tres camaradas” y atribuida a uno de los guionistas, Sott Fitzgerald, es una guía para acercarse a su verdadera identidad y a su realidad última. Identidad que él considera terminará por identificarse con Oblomovs, joven de la Literatura rusa indiferente al mundo que le rodea y que ha decidido no hacer nada.
De vuelta a Barcelona, se suceden las aventuras. Vilnius vuelve a enfrentarse con su odiosa madre, descubre que tiene un amante. A su vez se enamora de Débora, amante de su padre y juntos fundan la infraleve y muy ligera sociedad Aire de Dylan, encargando al escritor que optó por no escribir se ocupe de redactar las memorias del muerto.
Esto es sólo una mínima parte de lo que podemos encontrar en el libro: Literatura en grado sumo con citas de autores y obras que enriquecen el texto; teatro, aludiendo sobre todo a Shakespeare y a Calderón; cine, a partir de la frase citada y la visita de Vilnius a Hollywood para investigar su autoría; crítica irónica del postmodernismo en contraposición a la cultura del esfuerzo, ésa que conduce a un escritor a ser auténtico: “Eliminando todos los tabúes que nos impiden darle la vuelta al lenguaje muerto, a los dogmas de segunda mano, a las verdades que no son propias sino de otros, a los lemas, a los eslóganes, a las mentiras nacionales, a los mitos de nuestra propia época histórica. Una vez eliminado todo eso, lo que queda es la verdad de una persona, por lo menos la parte de verdad que puede ser transmitida a través del lenguaje”.
Ni más ni menos que Vila-Matas.  

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