Afirma Haruki Murakami en su libro De qué hablo cuando hablo de correr, que en cualquier proceso de creación ocupa un papel fundamental la constancia. Algo, por otra parte, muy japonés. O muy universal; en español decimos que “el que la sigue, la consigue”.
Pensaba todo esto, mientras leía Gringo viejo del escritor mejicano Carlos Fuentes que murió a los ochenta y tres años el martes pasado. Dicen sus biógrafos que Carlos Fuentes era muy constante y que, apenas terminaba una obra, empezaba otra en un esfuerzo creativo continuado.
Acepto que la perseverancia influya en los resultados conseguidos por la persona que crea. Pero para escribir como lo hace el escritor mejicano fallecido, Premio Príncipe de Asturias y Premio Cervantes, entre otros merecidos galardones, se necesita algo más que trabajo y tesón. Se necesita ser un genio de la literatura.
Los personajes de Gringo viejo no hablan en nombre de sí mismos, podrían calificarse de arquetípicos. Cada uno de ellos representa un modo de ser y de sentir profundamente humano. Ambrose Bierce, el gringo viejo, escritor y periodista que llega desde Norteamérica, asqueado de su propia vida, y que busca en la revolución mejicana de Pancho Villa una muerte honorable. Harriet Winslow, la maestra, norteamericana también, de rígida educación metodista, que utiliza Méjico como puerto de escape de una existencia anodina y sin sentido. Tomás Arroyo, el general revolucionario analfabeto, que lucha en nombre del pueblo esquilmado y guarda los papeles de propiedad de unas tierras que siempre disfrutaron otros.
Decía Carlos Fuentes que: “No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”. Los protagonistas de Gringo viejo buscan la libertad para ellos mismos o para el resto de sus compatriotas. Al igual que lo hiciera Don Quijote, admirado por Carlos Fuentes hasta el punto de hacer viajar al gringo viejo con un ejemplar de la obra cervantina en la maleta.
Perteneciente al denominado Boom hispanoamericano que comparte con Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, Carlos Fuentes fue un escritor refinado, culto y concienzudo que mantuvo su escritura relacionada con los cambios sociales que se iban produciendo sin comprometerse nunca con el poder. Vivió en Méjico y en Estados Unidos, país en el que ejerció la docencia en diversas universidades, criticando a los poderosos a un lado y a otro de la frontera cuando consideró que era preciso hacerlo.
En esa línea de crítica está Gringo viejo. La aguda mirada del escritor se posa en el papel de la iglesia, las revoluciones, los caciques, el colonialismo norteamericano y el embrutecimiento del pueblo en una tierra hostil para los que la trabajan sin poseerla.
Gringo viejo se publicó en el año 1985, he leído que fue el primer best seller de un autor mejicano en Nueva York. En 1989 hicieron de él una película. Así que los posibles lectores tendrán la oportunidad, siempre interesante, de comparar la obra escrita con su versión cinematográfica.