La posibilidad de una isla es el primer libro que leo del escritor francés Michel Houellebecq, considerado como uno de los mejores autores en lengua francesa y que ha recibido numerosos premios, entre ellos, el Goncourt en el año 2010.
Al consultar diversas páginas de Internet referidas a Michel Houellebecq, no encontré unanimidad a la hora de explicar su obstinación en poner de manifiesto las miserias del hombre contemporáneo. Unos se centran en la infancia del autor, ignorado por sus padres y recogido por su abuela materna, de la que más tarde tomó el apellido. Otros le consideran un provocador, un agitador intelectual influenciado por autores como Lovecraf, Celine, Huxley o el Marqués de Sade.
Como sólo he leído un libro de él, me parece arriesgado opinar al respecto. Quizá trata esos temas con la intención de exorcizar sus propios fantasmas y, a la vez, provocar al lector para que reflexione, tome partido y actúe en consecuencia. No es el único creador de nuestro tiempo que actúa así; un ejemplo sería el director de escena Calixto Bieito, en cuyos montajes operísticos desaparece cualquier atisbo de humanidad.
Sean cuales sean las motivaciones de Michel Houellebecq, lo cierto es que sus libros crean controversia y no dejan indiferente a nadie.
En La posibilidad de una isla hay tres narradores que hablan alternativamente: Daniel1, hombre actual, y, dos mil años más tarde, Daniel24 y Daniel25. Daniel1 es un humorista de éxito, cínico y sarcástico, famoso por sus monólogos en los que mezcla la provocación con una visión fría y cruel de la existencia. Divorciado de su primera mujer, se casa con Isabelle, dos años menor que él, inteligente y bella, pero poco interesada por el sexo. Esto, unido a los estragos que el tiempo va provocando en su físico, origina un alejamiento progresivo entre ambos hasta que se divorcian. Enamorado de Esther, joven y guapa actriz, inicia una nueva relación basada por parte de la chica únicamente en el sexo. La diferencia de edad y los intereses profesionales de Esther, provocan también aquí la ruptura.
Daniel1, muy afectado, se refugia junto a los elohimitas, una secta que buscaba la inmortalidad partiendo de la clonación y con la que había establecido contacto a poco de divorciarse de Isabelle. Obsesionado por todo lo que le ha sucedido, propone a Vincent, profeta de la secta, escribir la historia de la misma.
Partiendo de esa historia y con continuas referencias a ella, dos mil años más tarde, en un mundo asolado por guerras nucleares y diversos cataclismos que han alterado su estructura geológica, los neohumanos, Daniel24 y Daniel25, clones de Daniel1, nos cuentan cómo viven, en un relato de ciencia-ficción poblado por seres aislados que se comunican por Internet y que han superado casi todas sus necesidades: relaciones sociales, alimento, sexo, etc. Se reproducen por clonación y esperan seguir perfeccionándose para alcanzar las potencialidades innumerables. En ese mundo, separados de los neohumanos por rejas y alambradas, habitan grupos de salvajes que, desaparecido el aliciente cultural, se han embrutecido por completo.
El libro está bien escrito y bien documentado. Abundan las reflexiones filosóficas, científicas y culturales que hacen pensar (y disentir a veces): juventud frente a vejez, incomunicación, hedonismo a ultranza, superficialidad, crisis de las religiones tradicionales, exaltación del feísmo, deseos de inmortalidad, etc.
Aunque gran parte de la historia se desarrolla en nuestro país (Michel Houellebecq tiene una casa en Cabo de Gata, provincia de Almería), resulta curioso lo poco que el autor parece apreciar a España y a los españoles, de los que dice muestran nulo interés por todo lo relacionado con la cultura.
Para terminar, hay quien comenta que, tanto Houellebecq como los protagonistas de sus libros, sólo desean encontrar el verdadero amor. En La posibilidad de una isla, el único ser capaz de amar incondicionalmente es Fox, un perro.
Al consultar diversas páginas de Internet referidas a Michel Houellebecq, no encontré unanimidad a la hora de explicar su obstinación en poner de manifiesto las miserias del hombre contemporáneo. Unos se centran en la infancia del autor, ignorado por sus padres y recogido por su abuela materna, de la que más tarde tomó el apellido. Otros le consideran un provocador, un agitador intelectual influenciado por autores como Lovecraf, Celine, Huxley o el Marqués de Sade.
Como sólo he leído un libro de él, me parece arriesgado opinar al respecto. Quizá trata esos temas con la intención de exorcizar sus propios fantasmas y, a la vez, provocar al lector para que reflexione, tome partido y actúe en consecuencia. No es el único creador de nuestro tiempo que actúa así; un ejemplo sería el director de escena Calixto Bieito, en cuyos montajes operísticos desaparece cualquier atisbo de humanidad.
Sean cuales sean las motivaciones de Michel Houellebecq, lo cierto es que sus libros crean controversia y no dejan indiferente a nadie.
En La posibilidad de una isla hay tres narradores que hablan alternativamente: Daniel1, hombre actual, y, dos mil años más tarde, Daniel24 y Daniel25. Daniel1 es un humorista de éxito, cínico y sarcástico, famoso por sus monólogos en los que mezcla la provocación con una visión fría y cruel de la existencia. Divorciado de su primera mujer, se casa con Isabelle, dos años menor que él, inteligente y bella, pero poco interesada por el sexo. Esto, unido a los estragos que el tiempo va provocando en su físico, origina un alejamiento progresivo entre ambos hasta que se divorcian. Enamorado de Esther, joven y guapa actriz, inicia una nueva relación basada por parte de la chica únicamente en el sexo. La diferencia de edad y los intereses profesionales de Esther, provocan también aquí la ruptura.
Daniel1, muy afectado, se refugia junto a los elohimitas, una secta que buscaba la inmortalidad partiendo de la clonación y con la que había establecido contacto a poco de divorciarse de Isabelle. Obsesionado por todo lo que le ha sucedido, propone a Vincent, profeta de la secta, escribir la historia de la misma.
Partiendo de esa historia y con continuas referencias a ella, dos mil años más tarde, en un mundo asolado por guerras nucleares y diversos cataclismos que han alterado su estructura geológica, los neohumanos, Daniel24 y Daniel25, clones de Daniel1, nos cuentan cómo viven, en un relato de ciencia-ficción poblado por seres aislados que se comunican por Internet y que han superado casi todas sus necesidades: relaciones sociales, alimento, sexo, etc. Se reproducen por clonación y esperan seguir perfeccionándose para alcanzar las potencialidades innumerables. En ese mundo, separados de los neohumanos por rejas y alambradas, habitan grupos de salvajes que, desaparecido el aliciente cultural, se han embrutecido por completo.
El libro está bien escrito y bien documentado. Abundan las reflexiones filosóficas, científicas y culturales que hacen pensar (y disentir a veces): juventud frente a vejez, incomunicación, hedonismo a ultranza, superficialidad, crisis de las religiones tradicionales, exaltación del feísmo, deseos de inmortalidad, etc.
Aunque gran parte de la historia se desarrolla en nuestro país (Michel Houellebecq tiene una casa en Cabo de Gata, provincia de Almería), resulta curioso lo poco que el autor parece apreciar a España y a los españoles, de los que dice muestran nulo interés por todo lo relacionado con la cultura.
Para terminar, hay quien comenta que, tanto Houellebecq como los protagonistas de sus libros, sólo desean encontrar el verdadero amor. En La posibilidad de una isla, el único ser capaz de amar incondicionalmente es Fox, un perro.
Pinta muy bien. Ultimamente, todas las novedades literarias que me han recomendado han sido muy decepcionantes. Es algo que me viene frustrando en los últimos meses, no sé si es mi paladar que se vuelve demasiado crítico, si es cuestión de apuntar mejor, ó si es la situación literaria (esto creo que no va a ser). Probaré con esta novela, menos mal que siempre me quedarán los clásicos.
Un placer pasearme por aquí. Gracias.