He terminado de leer un libro que, si estuviese escrito de otra forma, con mucha más sobriedad y cuidado en los elementos accesorios, podría resultar interesante y hasta impactante para un determinado tipo de público: el integrado por aquellas personas que se sienten atraídas por la religión en cualquiera de sus múltiples y variados aspectos. El libro se titula Un mensajero en la noche y su autora es María Vallejo-Nágera.
Del profesor Juan Antonio Vallejo-Nágera he leído dos obras: Ante la depresión y La puerta de la esperanza, ambas muy diferentes, pero que comparten el mismo estilo de escritura: claro, conciso, directo. Quizá, dentro de algunos años, su hija María será capaz de escribir de ese modo; por el momento, la forma en que se expresa en este libro resulta pueril, superficial y apresurada.
Insisto en que la historia contenida en Un Mensajero en la noche, basada según cuenta la autora en un hecho real, bien narrada, conmovería y haría reflexionar a los lectores. Recuerdo el impresionante testimonio de sus años de cárcel que nos dejó en el libro Volando en la cárcel Antonio Valera Hidalgo y las repercusiones que tuvo.
Aquí es también un preso, Albert Michael Wensbourgh, convertido ya en monje benedictino, el que cuenta su vida, desde el monasterio de esta orden en el que vive en Inglaterra, dedicado a la oración, el trabajo y la ayuda a los demás.
La transformación experimentada por Albert, que de ser un recluso desesperado y violento, ha pasado a convertirse en un místico que hace de la oración su baluarte, se debe a un hecho extraordinario: la aparición de un ángel del Señor que le induce a que modifique de manera radical su conducta.
La historia resulta tan increíble, que muchos periodistas desean entrevistar al ex recluso. Pero él elige a una joven que ni tan siquiera es periodista: María Vallejo-Nágera; quien, a partir de la entrevista, confecciona el relato, cambiando nombres y añadiendo personajes de ficción, lo que, según mi parecer, estropea todo.
Pienso que la vida de Albert, contada por él mismo desde su oscura infancia, el ingreso en prisión, el terrible sistema carcelario y los sucesos inexplicables de carácter sobrenatural que le suceden, poseen entidad y hondura dramática suficiente para que no resulte necesario añadir una historia paralela.
Del profesor Juan Antonio Vallejo-Nágera he leído dos obras: Ante la depresión y La puerta de la esperanza, ambas muy diferentes, pero que comparten el mismo estilo de escritura: claro, conciso, directo. Quizá, dentro de algunos años, su hija María será capaz de escribir de ese modo; por el momento, la forma en que se expresa en este libro resulta pueril, superficial y apresurada.
Insisto en que la historia contenida en Un Mensajero en la noche, basada según cuenta la autora en un hecho real, bien narrada, conmovería y haría reflexionar a los lectores. Recuerdo el impresionante testimonio de sus años de cárcel que nos dejó en el libro Volando en la cárcel Antonio Valera Hidalgo y las repercusiones que tuvo.
Aquí es también un preso, Albert Michael Wensbourgh, convertido ya en monje benedictino, el que cuenta su vida, desde el monasterio de esta orden en el que vive en Inglaterra, dedicado a la oración, el trabajo y la ayuda a los demás.
La transformación experimentada por Albert, que de ser un recluso desesperado y violento, ha pasado a convertirse en un místico que hace de la oración su baluarte, se debe a un hecho extraordinario: la aparición de un ángel del Señor que le induce a que modifique de manera radical su conducta.
La historia resulta tan increíble, que muchos periodistas desean entrevistar al ex recluso. Pero él elige a una joven que ni tan siquiera es periodista: María Vallejo-Nágera; quien, a partir de la entrevista, confecciona el relato, cambiando nombres y añadiendo personajes de ficción, lo que, según mi parecer, estropea todo.
Pienso que la vida de Albert, contada por él mismo desde su oscura infancia, el ingreso en prisión, el terrible sistema carcelario y los sucesos inexplicables de carácter sobrenatural que le suceden, poseen entidad y hondura dramática suficiente para que no resulte necesario añadir una historia paralela.
Coincido plenamente, no soy crítica literaria ni mucho menos, pero soy amante de la lectura, y dá la sensación de haber sido escrito de manera "apurada", era una historia para ahondar mucho más en el alma del personaje, que podría haber sido mucho más "rica", más aún si no hubiera ficcionado los personajes, lo que le hubiera dado más peso. Le faltó.