Emili Teixidor es un escritor nacido en Roda de Ter (Barcelona) en 1933. Así que su infancia se desarrolla en la época y en los lugares descritos en el libro que acabo de leer, ambiente rural de la Cataluña de posguerra. El libro se titula Pan Negro y, según la presentación que aparece en la contraportada, su contenido está “entre la memoria y la ficción”.
La memoria de Emili Teixidor al describir situaciones y paisajes, proporciona al relato una autenticidad que engancha desde la primera página. La masía familiar que cuidan las mujeres de la casa, el bosque misterioso de colores cambiantes, el ciruelo que sirve de reposo y refugio…; pero también los distintos trabajos vinculados al medio en el que habitan: el ganado, la siega, la trilla…; y todas las palabras ya sin uso que acompañan el diario vivir y que utiliza, sobre todo, la abuela Mercedes, mientras va entreteniendo y educando a sus nietos con sabias reflexiones, sentencias, refranes y leyendas fantásticas. Uno de estos nietos, Andrés, es el que cuenta la historia que desarrolla el libro, de la que es el principal protagonista.
Andrés, vive con su abuela y sus tíos en una masía arrendada cercana a Vich. Su madre se ha visto obligada a dejarle en ella porque, además de trabajar en una fábrica, se ocupa de buscar los apoyos necesarios para sacar a su marido de la cárcel, en la que permanece acusado de actividades contrarias al régimen franquista.
Junto a Andrés, intervienen en la trama sus primos: Nuria (la Lloramicos) y Quirico chico, y una vecina, la Roviretas. Las relaciones entre estos cuatro niños y el papel que realizan en el descubrimiento de la sexualidad por parte del protagonista, ocupan un lugar importante en el relato.
Ajena a ellos, pero influyendo en sus pensamientos y experiencias, se desarrolla la vida de los mayores: la abuela Mercedes ya citada; los tíos, Quirico grande y Bernardo; el abuelo Mozo, las tías; el padre Tafalla, los maestros, los dueños de la masía, el alcalde, la Guardia Civil, etc.
La existencia de los adultos está condicionada en todos los aspectos por las circunstancias que atraviesan. Al terminar la guerra, vencedores y vencidos conviven en un ambiente de escasez, temor y revancha. El temor lleva consigo el disimulo, la mentira, la hipocresía, el rencor… Todo eso es captado por la sensibilidad extrema de Andrés, que intuye que existen realidades que se le ocultan, por las que siente una atracción morbosa o un rechazo que termina pareciéndole cruel.
Y aquí viene el problema con el que me enfrento al valorar el libro. No sé si Emili Teixidor ha dejado en la historia cabos sueltos o puntos oscuros para que comprendamos mejor cómo se siente Andrés; o dicha ocultación es un defecto del autor al construir el relato. Pienso que quizá sea lo segundo, ya que en la reseña de la película del mismo título, que ha conseguido varios premios, se dice que en el guión se tuvo en cuenta, además de Pan Negro, otra obra de Emili Teixidor. Quizá era preciso llenar esas lagunas que creo presenta el libro comentado.
De todas formas, considero que Pan Negro está muy bien escrito. Y aunque sólo sea por las impresionantes descripciones de personas, ambientes y paisajes, y la facilidad que el autor demuestra para sentirse niño y transmitirnos sus sueños, deseos, miedos y fracasos, merece la pena su lectura.
La memoria de Emili Teixidor al describir situaciones y paisajes, proporciona al relato una autenticidad que engancha desde la primera página. La masía familiar que cuidan las mujeres de la casa, el bosque misterioso de colores cambiantes, el ciruelo que sirve de reposo y refugio…; pero también los distintos trabajos vinculados al medio en el que habitan: el ganado, la siega, la trilla…; y todas las palabras ya sin uso que acompañan el diario vivir y que utiliza, sobre todo, la abuela Mercedes, mientras va entreteniendo y educando a sus nietos con sabias reflexiones, sentencias, refranes y leyendas fantásticas. Uno de estos nietos, Andrés, es el que cuenta la historia que desarrolla el libro, de la que es el principal protagonista.
Andrés, vive con su abuela y sus tíos en una masía arrendada cercana a Vich. Su madre se ha visto obligada a dejarle en ella porque, además de trabajar en una fábrica, se ocupa de buscar los apoyos necesarios para sacar a su marido de la cárcel, en la que permanece acusado de actividades contrarias al régimen franquista.
Junto a Andrés, intervienen en la trama sus primos: Nuria (la Lloramicos) y Quirico chico, y una vecina, la Roviretas. Las relaciones entre estos cuatro niños y el papel que realizan en el descubrimiento de la sexualidad por parte del protagonista, ocupan un lugar importante en el relato.
Ajena a ellos, pero influyendo en sus pensamientos y experiencias, se desarrolla la vida de los mayores: la abuela Mercedes ya citada; los tíos, Quirico grande y Bernardo; el abuelo Mozo, las tías; el padre Tafalla, los maestros, los dueños de la masía, el alcalde, la Guardia Civil, etc.
La existencia de los adultos está condicionada en todos los aspectos por las circunstancias que atraviesan. Al terminar la guerra, vencedores y vencidos conviven en un ambiente de escasez, temor y revancha. El temor lleva consigo el disimulo, la mentira, la hipocresía, el rencor… Todo eso es captado por la sensibilidad extrema de Andrés, que intuye que existen realidades que se le ocultan, por las que siente una atracción morbosa o un rechazo que termina pareciéndole cruel.
Y aquí viene el problema con el que me enfrento al valorar el libro. No sé si Emili Teixidor ha dejado en la historia cabos sueltos o puntos oscuros para que comprendamos mejor cómo se siente Andrés; o dicha ocultación es un defecto del autor al construir el relato. Pienso que quizá sea lo segundo, ya que en la reseña de la película del mismo título, que ha conseguido varios premios, se dice que en el guión se tuvo en cuenta, además de Pan Negro, otra obra de Emili Teixidor. Quizá era preciso llenar esas lagunas que creo presenta el libro comentado.
De todas formas, considero que Pan Negro está muy bien escrito. Y aunque sólo sea por las impresionantes descripciones de personas, ambientes y paisajes, y la facilidad que el autor demuestra para sentirse niño y transmitirnos sus sueños, deseos, miedos y fracasos, merece la pena su lectura.