El gusto por la lectura, factor determinante en mi vida, ha dado lugar a situaciones tan especiales como aquella en el bachillerato, cuando un profesor me pidió que leyera en voz alta para mis compañeras de curso Antígona de Jean Anouilh.
Anouilh no escribió Antígona con la intención de que se leyese de esa manera. Sin embargo, Alessandro Baricco sí que pensó que una forma de hacer la Ilíada más asequible a personas tan ocupadas como las actuales o poco aficionadas a la lectura, podría consistir en reescribirla y que fuera leída ante un determinado auditorio.
Tal vez algunos piensen que obras tan especiales como la Ilíada no deben ser reescritas: “No la toquéis ya más…”, pero Baricco realiza sus modificaciones con el mismo amor y primor que, para facilitar su uso, pondría el más experto orfebre en la modificación de una joya de valor incalculable. Veamos esas modificaciones:
-Los veintiún personajes del poema homérico que elige como protagonistas: Héctor, Ulises, Aquiles, Agamenón, Príamo, etc., se expresan en primera persona. Además, son dueños de su propio destino. Aun sabiendo que encontrarán la muerte al tomar una opción determinada, el caso de Aquiles, deciden libremente. Así que los dioses en la reescritura de Baricco no tienen función alguna.
-El escritor italiano suprime arcaísmos y simplifica el texto, pero encuentra la música que en él subyace. Podría decirse que la música continúa presente, transformada en nuestra propia música.
-Las simplificaciones en el texto dotan a éste de un ritmo más rápido, sin perder por ello grandeza épica e intensidad dramática.
–Alessandro Baricco se permite introducir adicciones, lo hace en cursiva con objeto de “redondear” las reflexiones o disertaciones de los protagonistas al dirigirse al público que escucha.
Finalmente, es muy interesante la apostilla sobre la guerra que el autor coloca al final del libro. En pocas líneas compara las guerras antiguas recogidas en la Ilíada y poemas épicos similares con las actuales y analiza las motivaciones de los hombres que participaban y participan en ellas.
Las guerras antiguas, en concreto la guerra narrada por Homero, poseía belleza porque estaba asentada sobre valores universales: el honor, la amistad, el respeto a unas normas, la compasión por los vencidos, la trascendencia espiritual más allá de la muerte… La necesidad de encontrar y mostrar la belleza se ve en la forma en la que se describen las batallas, las armas, la trágica condición de la existencia heroica… Tan contrario todo al modo de contar y de vivir las guerras en la civilización posmoderna.
Frente a la belleza de la guerra, el ferviente deseo de paz simbolizado y manifestado en y por los personajes femeninos: Hécuba, Helena, Andrómaca…; cada una a su manera intentan que la guerra termine, desean disfrutar de los hermosos dones de la paz. Incluso, el mismo Aquiles se resiste a la lucha, sabe que en ella encontrará la muerte y él ama sobre todo la vida.
Esa reflexión a cerca de la belleza que la guerra tenía para los antiguos, lleva a Baricco a compartir con todos nosotros el deseo de encontrar otra belleza, otras bellezas. Afirma que puede parecer quizá una empresa utópica que presupone una vertiginosa confianza en el hombre. Pero se pregunta, creo que esperanzado, si alguna vez la humanidad se adentró tanto como hoy en el sendero que conduce a esa belleza, mucho más cegadora que la que muestra Aquiles e infinitamente más apacible.
Anouilh no escribió Antígona con la intención de que se leyese de esa manera. Sin embargo, Alessandro Baricco sí que pensó que una forma de hacer la Ilíada más asequible a personas tan ocupadas como las actuales o poco aficionadas a la lectura, podría consistir en reescribirla y que fuera leída ante un determinado auditorio.
Tal vez algunos piensen que obras tan especiales como la Ilíada no deben ser reescritas: “No la toquéis ya más…”, pero Baricco realiza sus modificaciones con el mismo amor y primor que, para facilitar su uso, pondría el más experto orfebre en la modificación de una joya de valor incalculable. Veamos esas modificaciones:
-Los veintiún personajes del poema homérico que elige como protagonistas: Héctor, Ulises, Aquiles, Agamenón, Príamo, etc., se expresan en primera persona. Además, son dueños de su propio destino. Aun sabiendo que encontrarán la muerte al tomar una opción determinada, el caso de Aquiles, deciden libremente. Así que los dioses en la reescritura de Baricco no tienen función alguna.
-El escritor italiano suprime arcaísmos y simplifica el texto, pero encuentra la música que en él subyace. Podría decirse que la música continúa presente, transformada en nuestra propia música.
-Las simplificaciones en el texto dotan a éste de un ritmo más rápido, sin perder por ello grandeza épica e intensidad dramática.
–Alessandro Baricco se permite introducir adicciones, lo hace en cursiva con objeto de “redondear” las reflexiones o disertaciones de los protagonistas al dirigirse al público que escucha.
Finalmente, es muy interesante la apostilla sobre la guerra que el autor coloca al final del libro. En pocas líneas compara las guerras antiguas recogidas en la Ilíada y poemas épicos similares con las actuales y analiza las motivaciones de los hombres que participaban y participan en ellas.
Las guerras antiguas, en concreto la guerra narrada por Homero, poseía belleza porque estaba asentada sobre valores universales: el honor, la amistad, el respeto a unas normas, la compasión por los vencidos, la trascendencia espiritual más allá de la muerte… La necesidad de encontrar y mostrar la belleza se ve en la forma en la que se describen las batallas, las armas, la trágica condición de la existencia heroica… Tan contrario todo al modo de contar y de vivir las guerras en la civilización posmoderna.
Frente a la belleza de la guerra, el ferviente deseo de paz simbolizado y manifestado en y por los personajes femeninos: Hécuba, Helena, Andrómaca…; cada una a su manera intentan que la guerra termine, desean disfrutar de los hermosos dones de la paz. Incluso, el mismo Aquiles se resiste a la lucha, sabe que en ella encontrará la muerte y él ama sobre todo la vida.
Esa reflexión a cerca de la belleza que la guerra tenía para los antiguos, lleva a Baricco a compartir con todos nosotros el deseo de encontrar otra belleza, otras bellezas. Afirma que puede parecer quizá una empresa utópica que presupone una vertiginosa confianza en el hombre. Pero se pregunta, creo que esperanzado, si alguna vez la humanidad se adentró tanto como hoy en el sendero que conduce a esa belleza, mucho más cegadora que la que muestra Aquiles e infinitamente más apacible.