D. VILLAR y T. DE ROSNAY

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Ante los fúnebres presagios que nos transmiten algunos medios, en relación con el año recién comenzado, he decidido aprovechar eficazmente el tiempo. Para mí una de las mejores formas de aprovecharlo es la lectura. Así que doy entrada al año 2012 comentando no un libro, sino dos.
Primero una novela policiaca, Ojos de agua, del escritor gallego Domingo Villar. Segundo, otra novela, aunque no policiaca, La casa que amé, de la escritora francesa Tatiana de Rosnay.
Con Ojos de agua, Domingo Villar inicia un ciclo novelístico protagonizado por el inspector de policía Leo Caldas, un hombre solitario y nocturno que en esta ocasión deberá investigar, junto con su ayudante, Rafael Estévez, forzudo e impulsivo aragonés que se desenvuelve mal entre gallegos, el cruel y sádico asesinato del joven saxofonista Luis Reigosa.
La acción de la novela se desarrolla en Galicia, concretamente en Vigo, así que las alusiones a la ciudad son continuas. Destaca, como en casi todos los relatos pertenecientes a este género, el gusto del protagonista por la buena mesa, con las consiguientes descripciones de alimentos típicos, vinos y restaurantes.
El problema con el que me enfrento a la hora de opinar sobre novelas policiacas es que he leído muchas. Por lo tanto, resulta difícil no hacer comparaciones; y en la comparación con obras maestras del género, Ojos de agua no sale demasiado bien parada. Quizá por el hecho de que es la primera de una serie, quedan excesivos “cabos sueltos”, cuesta encontrar el ritmo de la trama y el final resulta algo precipitado. Seguro que en próximas entregas el autor irá perfeccionando su técnica. La práctica hace maestros.
En La casa que amé, Tatiana de Rosnay nos cuenta, a través de las cartas que Rose, viuda de Armand Bazelet desde hace 10 años, escribe a su marido, la radical reforma urbanística realizada en París a mediados del siglo XIX, bajo el mandato del barón Haussmann, prefecto de la capital de Francia, con el beneplácito de Napoleón III; y cómo influye dicha reforma en los habitantes de las barriadas que han de transformarse.
Rose es una dama burguesa de 58 años y se expresa en las cartas con elegancia y delicadeza. Mediante ellas conocemos su historia, el encuentro con el que después será su marido, el enamoramiento, la boda y el traslado a la casa en la que residieron varias generaciones de Bazelet. El desarrollo de la vida de ambos en ese bello y acogedor hogar, el nacimiento de los hijos, la enfermedad y muerte del esposo y otros muchos y variados episodios, se van desenvolviendo en un barrio de calles estrechas, situadas en torno a una iglesia, en el que las relaciones de vecindad hacen la vida de sus pobladores muy grata, en especial de Rose cuando enviuda.
El libro está escrito con un estilo sobrio y cuidado. Su argumento, a veces sorprendente, sitúa al lector ante la tesitura de aceptar o no los cambios que trae consigo el progreso. Rose no los acepta y justifica el porqué, que determinará el final de la historia. Sin embargo, la autora nos explica que esos cambios convirtieron al París medieval en el París moderno y urbano que tanta admiración provoca en sus innumerables visitantes.

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