He leído, junto a muchos artículos, varios libros de Javier Marías; en concreto, tres: Donde todo ha sucedido, recopilación de sus escritos referidos al cine; y las novelas Mañana en la batalla piensa en mí y Los enamoramientos.
Por lo tanto, está claro que no poseo la información necesaria para analizar de manera objetiva los valores literarios que encierran las obras de un autor reconocido internacionalmente, aclamado por la crítica, miembro de la Real Academia y con multitud de premios de todo tipo en su haber.
A lo que sí me arriesgo, vuelvo a calificar de osada a la ignorancia, es a opinar sobre una obra del citado escritor; en este caso, la que acabo de leer y que se titula Los enamoramientos.
Al terminar Mañana en la batalla piensa en mí, escribí una pequeña reseña en la que señalé que el protagonista se autoanalizaba de manera exhaustiva, realizando un viaje introspectivo, con idas y venidas, no en un orden lineal, y continuas y enjundiosas reflexiones basadas en películas y en la obra de Shakespeare “Ricardo III”.
La protagonista de Los enamoramientos hace algo similar, pero aquí se apoya en Macbeth y, sobre todo, en Balzac y su Coronel Chabert y en Los tres mosqueteros de Dumas. Además, no se limita a autoanalizarse: reacciones, sentimientos, sensaciones, carencias, relaciones, etc., sino que se introduce en las mentes del resto de los personajes principales de la novela, haciéndolos razonar y analizarse también.
Veamos el argumento: María Dolz, joven trabajadora en una editorial, acostumbra a tomar el desayuno en la cafetería cercana a su trabajo. Allí, diariamente, le llama la atención un matrimonio que parece quererse y pasarlo bien juntos. El apuñalamiento del marido a manos de un “gorrilla”; la relación amorosa que María establece con Javier, gran amigo de la pareja y enamorado a su vez de la esposa que acaba de enviudar; la implicación de éste en el asesinato, la hipotética enfermedad del muerto y otros detalles más o menos oscuros, habrían permitido construir una novela negra excelente.
Pero, y esto lo comparten ambas obras, Javier Marías, como gran escritor, aspira a más; así que adorna los relatos con tal cantidad de digresiones, reflexiones y elucubraciones que, unidas a la total ausencia de puntos y aparte, hacen de ellas, en especial de la segunda, lecturas poco recomendables para ”el largo y cálido verano”.
Por lo tanto, está claro que no poseo la información necesaria para analizar de manera objetiva los valores literarios que encierran las obras de un autor reconocido internacionalmente, aclamado por la crítica, miembro de la Real Academia y con multitud de premios de todo tipo en su haber.
A lo que sí me arriesgo, vuelvo a calificar de osada a la ignorancia, es a opinar sobre una obra del citado escritor; en este caso, la que acabo de leer y que se titula Los enamoramientos.
Al terminar Mañana en la batalla piensa en mí, escribí una pequeña reseña en la que señalé que el protagonista se autoanalizaba de manera exhaustiva, realizando un viaje introspectivo, con idas y venidas, no en un orden lineal, y continuas y enjundiosas reflexiones basadas en películas y en la obra de Shakespeare “Ricardo III”.
La protagonista de Los enamoramientos hace algo similar, pero aquí se apoya en Macbeth y, sobre todo, en Balzac y su Coronel Chabert y en Los tres mosqueteros de Dumas. Además, no se limita a autoanalizarse: reacciones, sentimientos, sensaciones, carencias, relaciones, etc., sino que se introduce en las mentes del resto de los personajes principales de la novela, haciéndolos razonar y analizarse también.
Veamos el argumento: María Dolz, joven trabajadora en una editorial, acostumbra a tomar el desayuno en la cafetería cercana a su trabajo. Allí, diariamente, le llama la atención un matrimonio que parece quererse y pasarlo bien juntos. El apuñalamiento del marido a manos de un “gorrilla”; la relación amorosa que María establece con Javier, gran amigo de la pareja y enamorado a su vez de la esposa que acaba de enviudar; la implicación de éste en el asesinato, la hipotética enfermedad del muerto y otros detalles más o menos oscuros, habrían permitido construir una novela negra excelente.
Pero, y esto lo comparten ambas obras, Javier Marías, como gran escritor, aspira a más; así que adorna los relatos con tal cantidad de digresiones, reflexiones y elucubraciones que, unidas a la total ausencia de puntos y aparte, hacen de ellas, en especial de la segunda, lecturas poco recomendables para ”el largo y cálido verano”.