Nunca hasta hoy había recomendado en esta página una obra de teatro; pero, como estamos en plena campaña electoral, considero un buen momento para hacerlo.
El título de la obra en cuestión es La muralla china y su autor Max Frisch, arquitecto y escritor suizo en lengua alemana que murió en 1991.
Max Frisch, muy crítico con el nacionalsocialismo de Hitler, analiza en este breve libro las relaciones que los seres humanos tienen con el poder, así como las servidumbres y alteraciones de la propia personalidad que el ejercicio del poder conlleva.
Tratándose de un análisis del poder, realizado además al término de la 2ª Guerra Mundial, resulta lógico que el escritor adopte un tono pesimista y cáustico; tono que nos hace llegar a través de la voz del protagonista del relato, al que llama Hombre Actual, y que sitúa en el reinado del emperador Hwang Ti, durante el cual se terminó de construir la Gran Muralla China.
El modo en que Hwang Ti gobierna a su pueblo representa la forma de gobierno de todos los tiranos de la historia. La manera cómo justifican cada una de sus decisiones, la represión de los disidentes reales o posibles, la nula aceptación de cualquier crítica; el creerse elegidos para un fin superior que avala los medios utilizados, con el solo objetivo de alcanzarlo algún día; la aparición de figuras de épocas distintas: Poncio Pilatos, Bruto, Napoleón… que, aprovechando su presencia en la escena, al igual que hace el emperador, justifican las decisiones que tomaron en vida, convierten a la obra en un alegato inteligente y desesperanzado contra la tiranía.
La unica valiente que permanece incontaminada, conservando, a pesar de las circunstancias adversas, su idealismo, es la joven princesa.
También los griegos quisieron conservar en la caja regalada por Zeus a la indiscreta y hermosa Pandora, como último recurso para el género humano, la volátil y frágil esperanza.
En fin…