Así que, en aras de la libertad que me otorga el Director de Opticks y dado que mi compañera de blog se ocupa de la Literatura en sentido estricto, iniciaré un símil de diario, semanario o breviario, que ha de servirme de recordatorio en días venideros, cuando la morriña me pueda y, tal vez, empiece a plantearme que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El que a mis alumnos sólo les apeteciese hablar del carnaval, unido a que estamos estudiando la Edad Media, me permite explicar el porqué de esta fiesta, la importancia del clero en la época citada y hasta la relación entre la Cuaresma cristiana y el Ramadán musulmán.
Explicar sí, otra cosa es que se hayan enterado de algo. La temprana hora, ocho de la mañana, y el intenso frío que hacía dentro del aula prefabricada en la que nos alojamos, no resultan buenos aliados para la transmisión de conocimientos.
Quizá debí hablarles de Don Carnal y de Doña Cuaresma (Libro de Buen Amor de Juan Ruíz, Arcipreste de Hita), pero no sé si a esas horas y en el gélido ambiente en el que se desarrolla la clase, serían capaces de captar la crítica humorística e irónica que esconden los versos del autor medieval.
En la clase siguiente, con idéntico frío, me pidieron un rato para estudiar el examen de inglés, que iba a continuación. Por supuesto, cedí. Hay que ser tolerante (Introducción a la Pedagogía – Gastón Mialaret). En cuatro días que han tenido de fiesta no les ha dado tiempo a prepararse a fondo. –¡Era de cuatro temas!- justifican; y estaba el carnaval (añado yo).
En la tercera clase, inmediata al recreo, sólo tres traían hechos los ejercicios. Culpa del carnaval. Aquí, aparco el feudalismo y dejo que dialoguen (Técnicas Freinet de la Escuela Moderna). El carnaval prosigue su andadura como centro de interés mañanero. Ahora les toca analizar los respectivos trajes. -Iba muy calentita-, comenta una de las alumnas con sonrisa inocente. Ante la carcajada general, doy fin a la asamblea. La liberación llega de la mano del timbre.
El miércoles, sin falta, intentaré volver al feudalismo.
AL BORDE DE LA JUBILACIÓN
Hoy a mis alumnos sólo les interesaba hablar del carnaval. Se me ocurre que es un buen principio para unir vida y literatura. Tengo sesenta años y estoy a punto de echar el cierre a una etapa laboral en la que casi todo ha girado en torno a la enseñanza.